lunes, 10 de marzo de 2014

Ucrania: ¿Libertad o liberalismo?, ¿quién se beneficia?

Continuando el análisis  de la realidad de Ucranía, he encontrado el artículo de Pablo Aragón, que cuestiona con argumentos la información que nos llega, y profundiza en los intereses económicos que tantas veces sólo se aducen de forma superficial en las noticias. En realidad, es muy probable que lo que está en juego es el petroleo de Crr
Lo que estos mentecatos quieren hacernos creer es que Ucrania está en medio de una revolución, en la que triunfará la libertad, el constitucionalismo, el europeísmo de sociedades abiertas, que representan los resistentes de la plaza de la Independencia de Kiev (el “Maidán”), por oposición al oscurantismo autoritario, rusófilo, cerrado, que representa el, al parecer derrocado, presidente Víktor Yanukóvich. Y, para que no nos queden dudas, el singular profesor y sus repetidores nos cuentan que los “luchadores por la libertad” cuentan con la angelical protección de la Unión Europea (UE) y Estados Unidos, mientras que el defenestrado Yanukóvich y su Partido de las Regiones apenas tiene el amparo del diabólico Vladímir Putin en Moscú.

Pues bien. Nada de esto es cierto, así como está planteado, y si hubiera que hacer un resumen de la situación habría que decir que en esta obra no hay ángeles, y solo hay villanos, así como que quienes se aprestan a pagar por los platos de esta tragedia son los 45 millones de ucranianos cuya economía se ha desfondado y cuyo país hoy está en serio entredicho. El régimen que viene de caer es una típica excrecencia postsoviética: comunistas reciclados, mayormente fuertes en la zona oriental del país, donde la influencia rusa y el peso de la industria pesada son mayores, sostenidos por un pacto como poderosos “oligarcas”, dueños de los resortes de la economía, como Rinat Ahmetov, Víktor Pinchuk e Igor Kolomoisky. 



Lejos de ser una brutal dictadura, este régimen ha sido débil e indeciso desde la primera hora, alternando días de represión con noches de concesiones, sumando a ello una indescriptible inepcia y, lo que no es menor, hostilizando a Rusia y su presidente Putin, por la vía de literalmente robar el petróleo que, por sus gasoductos, viaja de Rusia a Europa Occidental. Yanukóvich es, desde hace tiempo, mala palabra en Moscú, y su principal enemiga, la hoy liberada ex primer ministra Yulia Timoschenko, cumplía pena de prisión bajo el cargo de haber firmado un acuerdo dañino para Ucrania con Rusia.

El patrocinio oligárquico al régimen es, desde hace tres meses, historia. Cualquiera que lea los diarios sabe que Yanukóvich se ha quedado apenas con el círculo íntimo de lo que se conoce como la Familia (familiares y amigos enriquecidos por el poder), en tanto los verdaderos oligarcas han abierto canales de diálogo con Maidán y, lo más importante, con la UE: la caída de Yanukóvich ya nada les representa.

La Unión Europea, ese ángel tutelar de la futura democracia ucraniana, está en el origen de esta guerra civil en suspenso. Cuando un desesperado Yanukóvich acudiera, el año pasado, a Bruselas a fin de suplicar por un salvavidas para la economía ucraniana, los eurócratas característicamente respondieron ofreciendo un “acuerdo” lleno de promesas floridas y guiñadas sugerentes, pero vacío de contenido: nada había que incluyera dinero, acuerdos comerciales, invitación a iniciar el proceso de afiliación a la UE, o siquiera un arreglo migratorio que permitiera el acceso de los ucranianos al oeste de Europa. Sin nada en las manos, Yanukóvich no tuvo más remedio que suplicar a Moscú, donde se le dijo que la oferta rusa seguía en pie: fondos de asistencia por US$ 5.000 millones, ingreso a una unión comercial en ciernes en el centro de Europa, y mantenimiento de los acuerdos comerciales existentes: el único balón de oxígeno de la vetusta industria ucraniana. ¿Qué hubiera hecho usted en sus zapatos?

Con esta traición de la UE es que nació la violencia de Maidán hace tres meses. A ella pronto se le sumó Washington, haciendo lo que mejor sabe hacer: agitar el avispero, alentar a los manifestantes, urdir el derrocamiento de Yanukóvich y, claro, no hacerse cargo de ninguna de las consecuencias. “Fuck the European Union!”, se le oyó decir en una grabación a la enviada estadounidense Victoria Nuland mientras discutía cómo derrocar al gobierno ucraniano con el embajador de su país. Y, claro, Washington y Bruselas ya estaban la semana pasada poniendo en escena sus anticuados numeritos de cancelar visas a gobernantes ucranianos como respuesta a la alentada y creciente mortandad en las calles de Kiev. Una vez más, los “extras” de la película los ponía el anónimo pueblo ucraniano.


Y como seguramente el nivel de análisis de Ucrania haya sido, en Washington y  Bruselas, el de embrollones como el profesor Snyder, o Wikipedia, lo que los atizadores del conflicto han terminado por enterarse es que ni siquiera Maidán es un territorio puro: lejos de ser un espacio liberado, en el que jóvenes idealistas juran morir por la libertad, allí han comenzado a campear por sus respetos los grupos ultra-nacionalistas ucranianos como Svodoba, que dirige Oleh Tyahnybok, o Sector Derecha, rebrotes de algo que un libro de historia cualquiera les hubiera indicado crece muy bien en Ucrania, y es el extremismo antisemita. “Grupúsculos”, dicen los plumíferos en New York, tal como decían de los amigos de Hitler en la década de 1930.


Tyahnybok es claro en cuanto a qué busca en Maidán: derrocar a la “mafia judeo-moscovita”. La base de operaciones de su partido está en la occidental ciudad de Lviv, que esta semana amenazó con salir de Ucrania, a fin de integrarse a la Europa libre y abierta que se nos presenta: en la misma semana que homenajeaba a Stepan Bandera, un líder nacionalista ucraniano que sumó fuerzas con Alemania en la segunda guerra, y colaboró activamente en los pogroms nazis en Ucrania.

Sector Derecha no está a la zaga: se sueña guerrilla, y quiere una “revolución nacional”. Como Svodoba, distan de ser neonazis europeos: son nazis de la primera hornada. En 2005, un diputado de Svodoba fundó el Centro de Investigaciones Políticas Joseph Goebbels, y declaró que el holocausto era un “momento brillante” de la historia europea, en tanto otro aseguró que las 300 ovulaciones de cada mujer ucraniana, y las 1.500 eyaculaciones de cada uno de sus hombres eran “tesoros nacionales” más preciosos que el hierro o el petróleo.

A estos dementes la intelectualmente desfondada UE  ha engañado con acceso migratorio a Occidente, mientras los ungía como “luchadores por la libertad”. Hoy, la rusófila península de Crimea comprensiblemente agita su secesión, pidiendo protección a Rusia. ¿Esta es la revolución que se procuraba? ¿Este es el sueño liberal de Bruselas y de Washington? Muy pronto lo sabremos

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