sábado, 28 de agosto de 2010

Proponer sin imponer, cuestionar sin condenar....... Diez reglas para encontrar un terreno común sobre el aborto



Como comentabamos anteriormente la necesidad de un diálogo y debate lúcido, constructivo, democrático es fundamental para la sociedad, para su buena marcha y para que los jóvenes y las jóvenes hereden una sociedad tolerante y reflexiva que es lo único que conducirá a un auténtico desarrollo humano. Por eso el debate sobre el aborto que en los proximos dias volverá a crispar las posturas antagónica, debe replantearse en base a nuevas reglas y principios.

1. Evitar el dilema entre pro-life y pro choice. posturas opuestas pueden coincidir en que el aborto no es deseable, ni aconsejable; hay que unir fuerzas para desarraigar sus causas, nadie debe sufrir coacción para abortar contra su voluntad, y debe de mejorarse la educación sexual para prevenirlo.

2.No mezclar delito, mal y pecado. Rechazar desde la conciencia el mal moral del aborto es es compatible con admitir, en determinadas circunstancias, que las leyes no lo penalicen como delito. El apoyo a esas despenalizaciones no se identifica con favorecer el aborto a la ligera.

3. No ideologizar el debate. Evitar agresividad contra cualquiera de las partes, no hacer bandera de esta polémica por razones políticas o religiosas y no arrojarse mutuamente a la cabeza etiquetas descalificadoras ni excomuniones anacrónicas. Ni el aborto deja de ser un mal moral cuando la ley no lo penaliza, ni la razón de considerarlo un mal moral depende de una determinación religiosa arbitraria.

4. Dejar margen para excepciones. no formular las situaciones limite com o colisión de derechos entre madre y feto, sino como conflicto de deberes en el interior de la conciencia de quienes quieren (incluida la madre) proteger ambas vidas.

5. Acompañar personas antes de juzgar casos. Ni las religiones deberían monopolizar la moral y solucionarla con condenas, ni las presuntas posturas defensoras de la mujer deberían jugar demagógicamente con la apelación a derecvhos limitados de és de ésta para decidir sobre su cuerpo. El consejo psicológico, moral o religioso puede acompañar a las personas ayudándolas en sus tomas de decisión, pero sin decidir en su lugar ni dictar sentencia contra ellas cuando la decisión no es la deseable.

6. Comprender la vida naciente como proceso. La vida naciente en sus primeras fases no está plenamente constituida como para exigir el tratamiento correspondiente al estatuto personal, pero eso no significa que pueda considerarse el feto como mera parte del cuerpo materno, ni como realidad parásita alojada en él. La interacción embrio-materna es decisiva para la constitución de de la nueva vida naciente y merece el máximo respeto y cuidado: a medida que se aproxima el tercer mes de embarazo aumenta progresivamente la exigencia de ayudar a que éste se lleve a término. Para evitar confusiones al hablar de protección de la vida, téngase presente la distinción entre materia viva de la especie humana (p.e. el blastocito antes de la anidación) y una vida humana individual (p.e., el feto, más allá de la octava semana).


7. Confrontar las causas sociales de los abortos no deseados. No se pueden ignorar las situaciones dramatica de gestaciones de adolescentes, sobre todo cuando son consecuencia de abusos. Sin generalizar, ni aplicar indiscriminadament el mismo criterio para otros casos, hay que reconocer lo trágico de estas situaciones y abordar el problema social del aborto, para reprimir sus causas y ayudar a su disminución.

8. Afrontar los problemaqs psicológicos de los abortos traumáticos. es importante prestar asistencia psicólogica y social a quienes su toma de decisión dejó cicatrices que necesitan sanación. No hay que confundir la contracepción de emergencia con el aborto. pero sería deseable que la administración de recursos de emergencia como la llamada píldora del día siguiente fuera acompañada del oportuno aconsejamiento médico-psicológico, que no por una reprimenda moralista y condenatoria.




9. Cuestionar el cambio de mentalidad en torno al aborto. Repensar el cambio que supone el ambiente favorable a la permisividad del aborto y el daño que eso hace a nuestras culturas y sociedades.

10. Tomar en serio la contracepción, aún reconociendo sus limitaciones. Fomentar educación sexual con buena pedagogía, enseñar el uso eficaz de recursos anticonceptivos y la responsabilidad del varón, sin que la carga del control recaiga sólo en la mujer. sin tomar en serio la anticoncepción no hay credibilidad para oponerse al aborto, hay que fomentar la educación sexual integral, desde higiene y psicología a implicaciones sociales, e incluya suficiente conocimiento de recursos contraceptivos, interceptivos y contragestativos..
¿Será posible este modo de debatir alternativo o quedará en un sueño? La pelota está en el tejado de dos debates: cívico y parlamentario. Ojalá podamos constituir una mayoría éticamente serena capaz de independizarse de las patologías extremistas de sus respectivos partidos e iglesias.

Juan Masiá. profesor de Bioética en la Universidad Santo Tomás de Osaka. Japón

lunes, 9 de agosto de 2010

Proponer sin imponer, cuestionar sin condenar




Esta máxima con la que título estas reflexiones podrían ser una base sólida para la convivencia de la pareja, de la familia, y de cualquier grupo que debe llevar una vida común o desarrollar un proyecto conjunto. Vamos a intentar aplicarlo al conjunto de la sociedad, en concreto a la sociedad española, que todos conformamos y que es en definitiva el resultado de nuestra vida social, ya que todos somos responsables de lo que pasa, nadie nos podemos poner al margen y decir que eso no va con nosotros. Hoy en día que las críticas feroces y descalificadoras están a la orden del día creo que en este mes de vacaciones, conviene ofrecer y proponer estas reflexiones

Ningún gobierno tiene derecho a arrogarse el monopolio de la democracia.
Ninguna Iglesia ni confesión religiosa tiene derecho a detentar el mono polio de la moral.La elaboración y presentación de un anteproyecto legislativo para someterlo a un debate parlamentario es un servicio a la comunidad política, pero no puede dictara de antemano a ésta los resultados de dicho debate.
Las asociaciones de profesionales vinculados con el tema a debatir, los medios de comunicación, las entidades educativas e investigadoras, los representantes de tradiciones religiosas, pueden y deben ejercer su derecho a contribuir al debate cívico, enriqueciéndolo con aportaciones y matizándolo con cuestionamientos; pero no pueden imponer esas opiniones saltando por encima de las reglas constitucionalmente consensuadas por la comunidad política para su funcionamiento parlamentario.

Todos pueden proponer, sin imponer. Todos pueden cuestionar, pero sin condenar.





Cuando la tradición del debate parlamentario está arraigada en una sociedad sanamente plural, laica y democrática, no tiene sentido que un determinado grupo cultural o religioso se erija en portavoz exclusivo de la moral ante la opinión pública, como tampoco se concibe que haga tal imposición un determinado sector político, ya sea del gobierno o de la oposición.
No parece, sin embargo que disfrutemos en el estado español de esa situación equilibrada. Aparecen a menudo ante la opinión portavoces eclesiásticos que enarbolan la bandera de la moral, presuntamente amenazada por el Gobierno, tentando a portavoces gubernamentales para que entren al trapo devolviendo la pulla, con el regocijo de quienes pescan morbo informativo en el río revuelto de la polémica.

Continua..